Una chica seca, su belleza perdida a manos del paso del tiempo, se yergue en un rincón olvidado de un bosque que antes florecía, sus hojas como páginas amarillentas arrancadas de un libro y sus ramas torcidas y nudosas con la edad.

En un mundo donde la naturaleza ha enloquecido, una chica seca se alza como testimonio de los devastadores efectos de una larga sequía, su piel usualmente verde ahora pardo y apagada, sus hojas enrolladas como pequeños rollos y su tronco antes fuerte ahora debilitado por el calor incesante.

Una chica seca, sus hojas que antes eran verdes y suaves ahora secas y frágiles, se yergue sola en un paisaje árido, sus ramas extendidas hacia el cielo como dedos esqueléticos, como si implorara un gota de agua para revivificarla.